Comunión es relación, es caminar juntos, es compartir toda la vida, es mirar al mismo lugar. Y en esta unión gloriosa, todo lo que es de Dios es para nosotros a través de la herencia gloriosa que tenemos como hijos de Dios. Esto nos demuestra que el Reino de los Cielos es un reino de comunión y de confianza, Dios cree en nosotros y nos ha confiado su Reino; de igual manera, nuestra fe crece al confiar en Dios y nos apropiamos de la vida sobrenatural para enfrentar nuestra realidad.
Dios siempre te ha buscado, te busca constantemente y te buscará donde tú estés para experimentes la manifestación de su presencia. Satanás a través del pecado siempre querrá destruir la comunión y la confianza que mantenemos con Dios; sin embargo, Cristo ha venido a restaurar la comunión, autoridad, posición, identidad y herencia para cada creyente que ha creído y confesado a Jesucristo como su Señor y Salvador. Ese fue el mensaje principal de Jesús aquí en la tierra “El reino de los cielos se ha acercado” “El reino de los cielos está entre ustedes”. Jesús vino a ser la garantía del cumplimiento del mensaje y que todo el cielo estaría disponible para los que creyeran en Dios a través de Jesús.
Dios nos invita a sentarnos con Él a la mesa a cenar, a tener amistad, intimidad y confianza (Apocalipsis 3:20). Las mejores relaciones se forjan compartiendo alimentos, nos habla de compartir la vida juntos; Dios nos acerca a su corazón para tener comunión con Él, transformar nuestra vida y reiterarnos su amistad. El rey David había vislumbrado esta gran verdad al declarar “El Señor es mi pastor y nada me faltará”. La confianza en Dios es la manifestación de nuestra fe en Dios y la posición legal de relacionarnos con nuestro Padre celestial. La confianza en Dos no se basa ni siquiera en nuestra experiencia o conocimiento, se basa en amor e identidad, en relación e intimidad.
Jesucristo celebró junto a los discípulos tan trascendente comunión en una cena final antes de ir a la cruz. Ésta, la conocemos como la Cena del Señor. Ahora, entendamos algo; Jesús estaba a punto de celebrar la cena más importante de la historia junto a sus discípulos. En esta cena se iba a sellar un Nuevo Pacto de parte de Dios para todo aquel que crea en Dios a través de Jesús.
Los judíos celebraban La Pascua, que Dios instituyó a través de Moisés, la cual celebraban una vez al año, se juntaban por familias y era el recordatorio anual de que Dios los había libertado de la esclavitud al pueblo de Israel de Egipto. Cuando se celebró La Pascua por primera vez, estaba sucediendo algo increíble dentro de las casas del pueblo de Israel (Éxodo 12:3). Israel estaba naciendo como nación y se convertiría en familia de Dios, a través de un pacto sellado con la sangre de un cordero sin mancha por familia.
Las familias estaban cenando alrededor de una mesa, donde el platillo principal era un cordero por familia; por fuera de la casas, estaba viniendo un juicio de muerte para Faraón y Egipto; y la sangre del cordero estaba sobre los dinteles de la puertas y ventanas (Éxodo 12:22-25). Es importante resaltar que se sacrificaba un cordero por familia. Eso nos habla del interés que Dios tiene de cada uno de nosotros y del cuidado personal sobre nuestras familias. Esta cena simbolizaba el Pacto de Dios con su pueblo; para unirlos a Él y llamarlos su familia, no en multitudes dispersas sino en individuos que serán ahora familia por el precio de sangre.
Los pactos se sellaban o ratificaban a través de la sangre de un animal, en este caso (la demanda de Dios era un cordero sin mancha y sin defecto que sería un símbolo del sacrificio de Jesús aquí en la tierra); era el pacto de salvación y redención, que Dios celebraba con Israel. Este pacto es la unión de dos partes, donde Dios se comprometía en liberarlos, salvarlos y llevarlos a la Tierra Prometida; y por otra parte, Dios exigía al pueblo que se comprometiera en seguirle y amarle todos los días de su vida.
La Pascua era una cena de liberación, era una cena de salvación, era una cena de compromiso, era una cena de identidad y era una cena de pacto, de confianza y de unión. Como mencionamos anteriormente, Jesús estaba a punto de celebrar e instituir algo totalmente nuevo; sellar un Nuevo Pacto y La Pascua era un símbolo de lo que realmente Dios haría a través de Jesús, para que todos entendiéramos que él hace nueva todas las cosas (Mateo 26:17-20).
Ahora sabes que Dios te sienta a la mesa para celebrar las nuevas cosas que son y vendrán a tu vida a través de su gracia. Dios quiere cenar contigo y tener comunión, para que tu confianza en Él crezca ¿Qué es lo que alimenta tu vida? ¿Qué es lo que te sacia realmente? ¿Qué es lo que produce un deleite permanente en tu espíritu? Cada día que te sientas a tener comunión con Dios disfrutaras de su banquete y su provisión, y tu confianza en Dios crecerá.
Regresemos al relato de la cena del Señor. Para Jesús era toda una emoción celebrar esta cena (Lucas 22:15-16), era una cena, no un ritual o un “bocado sagrado”, eran símbolos (el pan y el vino) de su entrega total y el sello de su sangre, y sin lugar a dudas la realidad de nuestra gran salvación donde Jesús era el “plato principal”. Era el cumplimiento de un Nuevo Pacto, con mejores promesas, mayor intimidad y una plena confianza de relacionarnos con Dios a través de la fe en Jesús que nos da el derecho legal de ser hijos de Dios.
La confianza se basa en un pacto.
Ya mencionamos que la Cena celebraba un pacto, se ratificaba o sellaba con sangre; ahora Jesús está sentado con sus discípulos para hacerlos su familia y presentarlos delante de Dios como sus hermanos; este cuadro parece contrastar en ese preciso momento con la traición de Judas. Lo contario a la confianza es la traición. Pero observe el cuadro completo; Dios resalta la importancia del pacto con Dios que son las relaciones; la relación con Él y la relación entre nosotros. Ese el mismo propósito de la Cruz. Dios levanta las relaciones sobre todas las cosas; ese es el Nuevo Pacto.
En este Nuevo Pacto Dios nos salva del pecado y de una vida centrada en nosotros mismos, nos une a su sacrificio y nos da vida juntamente con Él anulando el juicio del pecado sobre nuestras vidas para darnos una vida eterna. Lo que más le estremece a Jesús no es el sufrimiento físico de la cruz, ni las burlas del mundo, sino la fractura de las relaciones, tanto con Dios como con “los suyos” en la tierra. Jesús siente el dolor hasta por la pérdida de su amistad con Judas, porque lo amaba; de hecho, era el discípulo en que más se confiaba, prueba de ello era que Judas era el tesorero de Jesús. En este amor y confianza podemos darnos cuenta que Dios cree en nosotros y tiene fe invertida en cada uno. Respondamos a nuestro pacto con Dios.
La confianza se demuestra al vivir agradecidos con Dios
La gratitud a Dios siempre nos va a tener conscientes en nuestro diario vivir del precio de nuestra gran salvación. Jesús nos enseñó que siempre que celebráramos esta Cena lo hiciéramos en memoria de Él. Dice el dicho “el recordar es vivir”. No olvides de dónde Dios te ha sacado, no olvides que el cambio tú vida, no olvides que él nos rescató a tiempo, nunca olvides el alto precio que vale tu vida, no olvides los milagros y las maravillas que ha hecho en ti. Vales cada gota de la sangre de Cristo, tienes que vivir a la altura de este gran sacrificio. Si vives agradecido nunca mirarás atrás. La gratitud nos lleva a valorar, nos mete al gozo y nos lleva a disfrutar cada bocado de misericordia que Dios para nuestras vidas.
Conclusión
Confiar es amar, amar es creer, creer es vivir y vivir es experimentar. Que puedas experimentar cada día tu plena confianza en Dios al caminar todo los días de tu vida como un verdadero hijo de Dios, y aunque el mundo esté el terror y la muerte, Dios guardara tu vida en plena seguridad.